Camila Dabat, Vanesa Lio, Fiorella Marzullo.

Trabajo presentado en las III Jornadas de Estudios de América Latina en septiembre de 2015 , organizadas por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, Ciudad Autónoma de  Buenos Aires.

 


Introducción

El origen del PRO, parte fundamental de la Alianza Cambiemos que hoy gobierna el país, se remonta al año 2001. La conformación del partido es heterogénea y combina cuadros técnicos ­originados en usinas de ideas propias como Grupo Sophía y Fundación Creer y Crecer­ con políticos provenientes de los tradicionales partidos peronistas y radicales. El contexto político y social de aquella época alentó a Mauricio Macri a involucrarse en política y a formar un partido propio. Su desembarco oficial en la política se produjo en las elecciones de 2003, cuando se postuló como candidato a la jefatura de gobierno porteño. Si bien perdió en segunda vuelta frente a Aníbal Ibarra, fue el puntapié inicial empezar a conformar bloques propios en el congreso y en la Legislatura.

Su primer mandato como Jefe de Gobierno se iniciaría en diciembre de 2007 y sería renovado en 2011, enfrentando y derrotando en balotaje en ambas oportunidades a Daniel Filmus como candidato del Frente para la Victoria. Durante su primer gobierno, Mauricio Macri recurrió a la puesta en marcha de una serie de políticas de seguridad que marcaron fuertemente su gestión. A través del denominado Plan de Seguridad, se instalaron cámaras de seguridad y se fortaleció el poder de acción del Ministerio Público Fiscal. El fin: “Recuperar la Ciudad para los vecinos”. Con este mismo objetivo se encaró una de las más significativas apuestas de la gestión macrista en materia de seguridad: la creación de la Policía Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires, fuerza que volvió a protagonizar los debates en torno a la seguridad en la campaña a Jefe de Gobierno de 2015, debido a las disputas respecto del traspaso de su gestión a la órbita local y las críticas de los opositores por su despliegue limitado a unos pocos barrios porteños.

Entendiendo los contextos electorales como momentos conflictivos donde emergen con mayor fuerza ciertas preocupaciones sociales, pudimos ver en investigaciones previas que el mito de una ciudad peligrosa fue tangible en los spots macristas de la campaña de 2007 (Calzado, Fernández y Crespo, 2013). Incendios, inundaciones, inseguridad por doquier, calles intransitables. El temor de los vecinos hacía de Buenos Aires una ciudad no deseada. Y las políticas de Estado existente eran consideradas ineficaces. El PRO jugó en esa campaña con una doble promesa: si en el Estado hay eficacia, hay seguridad. Un voto entendido como símbolo de la esperanza, de un horizonte de seguridades

Unos años más adelante, en 2011, la reelección de Macri se orientó hacia nuevos horizontes discursivos. La retórica de la inseguridad no fue priorizada como en 2007. La eficacia ya estaba en marcha; la Ciudad, en movimiento. De este modo, la inseguridad, el por hacer, se convirtió en seguridad, en “haciendo”, en Policía Metropolitana, en más cámaras de seguridad, en la puesta en marcha de un Plan Integral de Seguridad (Calzado, Lio y Fernández, 2014). La guerra se torna más silenciosa cuando se habla desde la propia gestión. Así, la construcción de los dirigentes estuvo lejos de erigirse a partir de la definición explícita de una lucha contra la delincuencia. Sin embargo, la cuestión no estuvo ausente del todo. El temor a la criminalidad aparecía entonces solapado tras la definición de la necesidad de proseguir, tras una gestión del mismo signo electoral, por el camino de la libertad y el orden.

En tanto el discurso de campaña se alejó de un horizonte confrontativo y el posicionamiento buscó reforzar la dimensión significante del consenso y el diálogo, la apelación a la imagen de guerra no parecía ser la más adecuada. Los spots de campaña en 2011 promovían una discursividad en torno de la gestión eficiente en pos de revivir una ciudad para el nosotros, los vecinos. La seguridad urbana es concebida como responsabilidad vecinal de sujetos privados que desconfían de la aplastante intervención del Estado Nacional y se unen para administrarla en función del propio costo­beneficio.

Este tipo de discursividad fue la que configuró, nuevamente, la campaña de 2015 a nivel local, con candidatos que buscaron identificarse con la experiencia de victimización de una vecindad de la que ellos mismos forman parte. Sin embargo, esta lógica mutará en la estrategia de la campaña a nivel nacional, en la que Mauricio Macri, ahora como ganador de la interna partidaria, se presentó como candidato a presidente del Frente Cambiemos, una coalición política surgida de la alianza del candidato con Elisa Carrió (Coalición Cívica) y Ernesto Sanz (Unión Cívica Radical). La retórica de la guerra retomará fuerza ante el acecho de un (¿nuevo?) fantasma criminal de gran protagonismo discursivo y mediático en los últimos años: el narcotráfico. A partir del análisis de un conjunto de spots audiovisuales, piezas de comunicación gráfica, documentos, entrevistas y declaraciones de candidatos, en las próximas páginas nos proponemos profundizar en las particularidades de las estrategias de campaña y el rol de la retórica de la seguridad tanto en el escenario local como en el nacional.

El delito y la seguridad en las campañas electorales

La seguridad ciudadana emerge como un tema electoral prioritario a partir de los años sesenta en Estados Unidos y a lo largo de las siguientes décadas en varios países europeos (Zuloaga, 2014). En el caso estadounidense, según Simon (2011), la consolidación del temor al delito como temática central en la comunicación política electoral coincidió con la caída de las sociedades salariales, momento en que los discursos de campañas locales y nacionales se focalizaron en la guerra contra el delito. En las contiendas electorales emergen así luchas por evidenciar “quién está dispuesto a ir más lejos en su papel de acusador” y los mandatarios se preocupan por “mostrar que se identifican con la experiencia de victimización delictiva y con el deseo de venganza que provoca” (Simon, 2011: 55). En el contexto de las crisis de representación, el delito se convierte en un insumo para la creación del consenso.

En América Latina, el surgimiento del debate sobre la (in)seguridad de los habitantes de las ciudades se observa en los años ‘90, en estrecha relación con la preocupación la violencia urbana la criminalidad violenta, en coincidencia con la generación de una “conciencia colectiva de inseguridad” que surge de la “construcción social de que la vida cotidiana está llena de riesgos” (Del Olmo, 2000: 7). De este modo, la cuestión delictiva va ganando espacios hasta consolidarse como una de las principales preocupaciones ciudadanas (Lagos y Dammert, 2012). En este proceso contribuyen las narrativas cotidianas, comentarios y conversaciones sobre el delito que conforman el “habla del crimen” y que, mediante la elaboración de prejuicios y la naturalización de la percepción de ciertos grupos como peligrosos, hacen proliferar el miedo (Pires do Rio Caldeira, 2000). Se da así una “criminalización simbólica” como proceso social dominante, que se apoya en la “elaboración de pares de oposición obvios ofrecidos por el universo del crimen, siendo el más común el bien contra el mal” (Pires do Rio Caldeira, 2000: 34). La repetición de las historias refuerza las sensaciones de peligro, inseguridad y perturbación de las personas. De este modo, “el habla del crimen alimenta un círculo en el que el miedo es trabajado y reproducido, y en el cual la violencia es al mismo tiempo combatida y ampliada (Pires do Rio Caldeira, 2000:33).

Coincidiendo con el escenario regional, en Argentina la inseguridad frente al delito fue construyéndose social y políticamente como un problema clave de los centros urbanos desde mediados de la década del noventa. Hay quienes identificaron el uso electoral del miedo al delito como “cuestión que apela a todas las clases sociales” en el escenario argentino de fines de los noventa (Chevigny, 2003). Sin embargo, el paradigma securitario se consolidó luego del estallido social de diciembre de 2001, con el temor al delito como principal factor de legitimación/deslegitimación gubernamental (Kessler, 2009) y la instalación de la idea de “crisis de inseguridad” a partir de que se conjugase un componente subjetivo con un componente objetivo: la “sensación de inseguridad”, por un lado, y el aumento de los delitos contra la propiedad y las personas, por otro (Sozzo, 2009).

En ciertos contextos, la conjugación elementos diversos, como los que fueron mencionados, permite la configuración de una “ventana de oportunidad” para el posicionamiento prioritario de “la seguridad como promesa electoral” (Zuloaga, 2014). Es así que en el contexto argentino, y en particular en la Ciudad de Buenos Aires, la agenda política y mediática estuvo teñida en los últimos años por el escenario de la violencia urbana, con el aumento de la circulación de noticias de inseguridad y el auge de las proclamas de seguridad en contextos electorales.

Algunos trabajos han estudiado “los efectos de la inseguridad” sobre las elecciones de 2009 (Cataife, 2011) y de 2011 (Fleitas Ortiz de Rozas, 2014), concluyendo que “el problema del delito ha tenido cierto impacto” y que en dichos casos prevaleció el “voto temático”. Si bien no es interés de la presente ponencia focalizarse en el nivel de incidencia que esta cuestión tiene en el posicionamiento y la elección ciudadana de 2015, nos preguntamos (sólo a los fines de dejar planteado el interrogante) acerca de la injerencia que este tipo de resultados previos podrían tener sobre el modo en que son definidas las estrategias discursivas de las campañas sucesivas. En relación a las propuestas, la agenda de la seguridad en tiempos electorales parece entrecruzar políticas de mano dura con políticas sociales y de prevención, eludiendo las posiciones extremas (Fleitas Ortiz de Rozas, 2014).

En nuestro caso, nos centraremos en el nivel discursivo para reconocer si la cuestión securitaria apareció en la campaña del PRO y de Cambiemos de 2015 y en qué medida incidió en el diseño de una estrategia comunicacional de los candidatos. Para esto, utilizamos como corpus los spots audiovisuales producidos para las elecciones generales, la campaña gráfica en vía pública, los folletos y plataformas electorales, así como las declaraciones de los candidatos sobre la temática en entrevistas y debates. Entendiendo que a partir del uso extendido de internet y, sobre todo, de la expansión de las redes sociales en los últimos años “el poder se decide en un espacio de comunicación multimodal” (Catells, 2008) prestaremos también atención al papel de estas nuevas herramientas de la web 2.0 en las campañas electorales.

Larreta, Michetti y la continuidad del cambio

El 26 de abril de 2015 se llevaron a cabo las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En esta etapa, el PRO presentó dos fórmulas a candidatos a Jefe de Gobierno: por un lado la compuesta por Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli y, por el otro, la encabezada por Gabriela Michetti y Hernán Lombardi.

En las semanas previas, tanto el entonces Jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta como la senadora Gabriela Michetti ­dos de los dirigentes más conocidos del espacio y más cercanos a Mauricio Macri­ se disputaron la candidatura a la jefatura de gobierno porteño. Si bien desde el partido definieron esta interna como un crecimiento para el espacio, como un acto democrático ya que le dieron a los ciudadanos la posibilidad de elegir, lo cierto es que fueron a una interna abierta porque ambos funcionarios estaban decididos a suceder a Macri y no lograron ponerse de acuerdo internamente en quién sería el candidato. El 27 de marzo, Macri declara abiertamente su apoyo a Horacio Rodríguez Larreta a través de la red social Facebook lo cual se interpretó como un desaire hacia Gabriela Michetti. En este momento la prensa especuló mucho sobre la situación interna en el PRO, sin embargo por orden explícita de Macri ambos contrincantes llevaron adelante una campaña sin agresiones y mostraron apoyo permanente a la candidatura presidencial del líder del partido. Los dos se mostraron como parte de un mismo equipo que tenía la intención de continuar con el “cambio” en la ciudad de Buenos Aires. Finalmente la fórmula compuesta por Larreta y Santilli se impuso a la de Michetti y Lombardi.

Tras ganar la interna del partido en las P.A. S. O. la fórmula: Larreta ­Santilli se presentó el día 5 de julio a las elecciones porteñas y si bien obtiene la mayoría de los votos no es suficiente para ganar la jefatura, debe enfrentarse dos semanas después a la ahora segunda fuerza del espectro político el frente ECO. En la que gana por una diferencia muy ajustada, de 3 puntos porcentuales.

Las campañas, de primera y segunda vuelta de Horacio Rodríguez Larreta se esforzaron en demostrar que se trataba de una candidatura que viene a “continuar con el cambio”. En los spots de su campaña, gestión es la palabra clave. El candidato de la Ciudad viene a mejorar la gestión de la educación, la gestión en la infraestructura, gestión de la cultura y la gestión de la salud, lo único que necesita es que lo acompañen con su voto. Dentro de esa línea, los spots muestran soltura, trabajo en equipo y tienen como destinatario a todos los vecinos de la ciudad.

En este último sentido la campaña de Michetti tomó un giro un poco más desafiante, ya que en uno de spots aclara entre los vecinos que usurpadores, vendedores y… no deberían votarla.

En los folletos del candidato, se visibiliza el ideal de Ciudad a construir, una ciudad verde, con un transporte eficiente, actividades en los barrios y más inclusiva. Invitando nuevamente a los vecinos a “continuar con el cambio”.

Macri y “la revolución de la alegría”

Una política distinta, llena de entusiasmo, alegría y esperanza. El diálogo y el amor, los dos grandes motores. Sobre estas construcciones discursivas se funda el cambio que preconiza Mauricio Macri y sus seguidores en el marco de la campaña para las elecciones presidenciales de 2015. Cumplida la instancia formal de las PASO, y con un resultado esperado por todos los miembros de la alianza Cambiemos a favor de la fórmula del PRO, Macri se lanza a la carrera electoral con un objetivo pragmático: llegar a la segunda vuelta. Con el 34,33 por ciento de los votos, las elecciones generales lo dejan unos pocos puntos por debajo de su principal oponente, Daniel Scioli (FPV). Un nuevo lanzamiento entonces tiene lugar de cara al balotaje que finalmente consagrará al candidato de Cambiemos como presidente de la Nación.

La abstracción, los significantes vacíos y los enunciados ambiguos atravesaron un armado electoral que buscó por todos los medios evadir los detalles y las explicaciones profundas de los compromisos asumidos. De este modo, la ausencia de contenidos específicos y propuestas concretas de gestión caracterizaron la estrategia discursiva del candidato de Cambiemos, en línea con una campaña que se cimentó sobre la base de tres premisas discursivas generales y de una formulación un tanto abstracta, cuya realización efectiva en un período de gobierno sonaba, cuanto menos, un poco utópica. “Pobreza cero, terminar con el narcotráfico y unir a los argentinos”. Hete aquí los tres objetivos centrales –en la retórica de Cambiemos aparecían enunciados también como “desafíos” y “sueños”– que protagonizaron la campaña audiovisual, gráfica y discursiva de Mauricio Macri.

Una prolífica producción de spots inundó la campaña televisiva y en redes sociales. Entre la primera vuelta y el balotaje, se produjeron en total 55 spots audiovisuales. Todos ellos, más las entrevistas a Macri y su equipo y la campaña previa a las PASO, estuvieron inmediatamente disponibles en el canal Youtube del candidato, dejando así en evidencia la centralidad de las redes sociales en la campaña (retomaremos este elemento más adelante)

Los spots fueron, en general, temáticos, escuetos y dirigidos a targets bien definidos. Además de las máximas de “unir a los argentinos” y “terminar con la pobreza” en Argentina, tuvieron su propio spot temas específicos, desde el agua potable y las cloacas, hasta los negocios y emprendimientos, pasando por la educación, la salud y la seguridad.

La lista interminable del crecimiento que promete Macri para “construir la Argentina que soñamos” parece transitar uno a uno los grupos y estamentos sociales, buscando interpelarlos en sus necesidades más básicas y cotidianas. Este objetivo por no dejar a nadie afuera se condensa en sus propias palabras luego de la primera vuelta: “Quiero decirles que estoy acá de buena fe”, “Ayudarlos a crecer”, “Agradecer a cada persona que visité, me hicieron entender cómo despertar este país y ponerlo a crecer”, “Cada día vamos a estar mejor” y “Voy a trabajar pensando en todos”, son algunas de los fragmentos del discurso del candidato que retoman los spots de cara al balotaje acompañados por el jingle “Estoy con vos”. La direccionalidad de los spots adquiere su punto máximo cuando Macri decide hablarle a su contradestinatario (Verón, 1987). Se dirige a quienes votaron a Scioli en primera vuelta, los interpela en forma directa para resaltar que sus “buenas intenciones” y la búsqueda de no confrontar no tiene límites: “Un presidente debe trabajar para todos, no sólo para los que lo votaron. Aunque estemos en veredas diferentes, todos queremos lo mismo”. Va construyendo así la hegemonía que precisa, y las prioridades de algunos son presentadas como prioridades de “todos”.

Otros spots, más generales, reforzaron la idea del cambio, a partir de la ya conocida tendencia del PRO a revalorizar el rol de la gestión eficaz, el trabajo el equipo, el “hablar menos y hacer más”. El futuro, el progreso, el optimismo, los sueños y “la política con amor”, también tuvieron su lugar entre los spots. Abstracciones, expresiones de deseo, una supremacía del sentimiento por sobre la razón que va desdibujando los objetivos específicos del modelo político, social y económico que preconizan Macri y su equipo, a partir de la ausencia de propuestas concretas y de la falta de especificidad sobre el cómo transitar ese tan anhelado “camino del cambio”.

Las imágenes tuvieron, sin dudas, un lugar central en la campaña. Las visitas de Mauricio Macri, acompañado por Gabriela Michetti y la entonces candidata a Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, por distintos pueblos y ciudades del país funcionaron como la materia prima de los contenidos audiovisuales, la gráfica en vía pública y la folletería. Spots y videos parten de encuentros con ciudadanos comunes y corrientes, buscando representar la autenticidad de esa esperanza en el cambio.

En este “estar con” el ciudadano y el vecino, el marketing directo, los mails personalizados y el tono descontracturado e informal se transformaron en una herramienta privilegiada. Con el afán de transmitir el boca en boca es potenciado con el uso de las redes sociales. Así, los actos multitudinarios de la “vieja política” son reemplazados por encuentros más pequeños, íntimos, que luego se reproducen una y otra vez a partir de las posibilidades de las nuevas tecnologías.

Retórica de la (in)seguridad: de la policía local al narcotráfico

En la discursividad del PRO, las ideas de libertad, felicidad personal y sana convivencia rigen los enunciados sobre la seguridad. La tranquilidad buscada se equipara a “recuperar la calle para los vecinos”. En el caso de las elecciones locales, la forma a partir de la cual Rodríguez Larreta manejó en las últimas campañas los discursos sobre seguridad es un buen ejemplo del funcionamiento discursivo del partido: se plasma la oposición respecto del Gobierno Nacional y se hace hincapié en la gestión propia en la Ciudad de Buenos Aires. La estrategia no falla porque la preocupación por la inseguridad se mantiene, los índices de delito no disminuyen y, sin embargo, el electorado continúa eligiendolos.

Tras ocho años de gestión, la seguridad ciudadana sigue siendo la principal preocupación para los porteños (CITA). Sin embargo, en la campaña de 2015, al igual en la contienda de 2011, dejó de ser un tema prioritario en la agenda y pasa a ocupar un lugar secundario del cual sólo se habla de manera reactiva. Durante toda la campaña el PRO no elaboró ni un solo spot, ni afiche alusivo al tema, solo sobre el final Rodríguez Larreta presentó en el debate realizado en el canal Todo Noticias tres propuestas en seguridad que luego replicó desde su cuenta oficial en Facebook, concretamente propone: unificar las fuerzas policiales, entregar botones antipánico y colocar más luces y cámaras en la vía pública.

Para enfrentar el tema de la inseguridad, podemos ver que en una serie de entrevistas, Larreta se basa en dos líneas: una de orientación más “blanda” o inclusiva y otra penal o más “dura”. En la entrevista al programa radial Perros de la calle (Radio Metro, 25/junio/2015) comenta que es importante tener una visión social, que complemente la justicia penal, se trata de un programa muy intenso para focalizado en jóvenes que no estudian ni trabajan de la zona sur.

En cuanto a las la parte penal, Larreta repetidamente específica en muchas de sus entrevistas que no es cuestión de sumar más policías a la ciudad sino de unificar las fuerzas. Pareciera que la cuestión de la seguridad pasa por un problema de gestión/organización. En la ciudad, explica Larreta, conviven cuatro fuerzas policiales policía federal, metropolitana, gendarmería y prefectura, lo que hay que hacer es unificarlas y darles la “filosofía e idiosincrasia de la Metropolitana”, que se destaca por su tecnología y agilidad, y llevarlas a todos los barrios. Se trata de una tarea titánica dice, pero que abre una oportunidad de trabajo en equipo para el gobierno de nación y ciudad, la oportunidad de crear un mapa del delito y “mantener” los espacios públicos, por supuesto si Mauricio Macri es elegido como presidente.

La particularidad de la campaña de Mauricio Macri a presidente en 2015 es que el discurso de la inseguridad adquirió una centralidad mayor que en campañas anteriores del candidato en la ciudad (sobre todo la de 2011) y la campaña de su sucesor, Rodríguez Larreta. A diferencia de la estrategia a nivel local, en la campaña presidencial del líder del partido, la seguridad apareció como un objetivo específico en el plano discursivo.

Desde la declaración de principios del partido se enuncia la “felicidad personal” como un objetivo a alcanzar mediante el desarrollo de una “sociedad en libertad” donde “la ley sea justa para todos”. La perspectiva de la vida urbana se filtra en estas expresiones de deseo, donde los intereses de quienes viven en las grandes ciudades se expanden de modo hegemónico a los habitantes de toda la Argentina:

“Queremos una sociedad en la que la calle vuelva a ser de los ciudadanos, una comunidad en donde reine la armonía de una sana convivencia y en la que cada uno de nosotros pueda vivir con la seguridad de que su vida está protegida y a salvo, y donde la vida y la libertad sean valores supremos y realizados” . 1

Esta visión de la ley y el orden como correlato de la felicidad, la protección y la convivencia se traduce en las propuestas estructuradas en la plataforma electoral en torno a tres ejes: la inclusión social, el desarrollo económico y el fortalecimiento institucional. En este último, la justicia y los derechos humanos aparecen como prioridad para “disminuir la impunidad” y lograr que “los argentinos podamos vivir con tranquilidad”. A estos fines, de acuerdo a Cambiemos, la política pública tiene que orientarse a “mejorar los resultados de la persecución penal”. Se reclama así un Estado protector de los ciudadanos, que actúe mediante “procesos penales rápidos y efectivos”, “cárceles sanas y limpias” y la “reinserción productiva” de los detenidos en la sociedad mediante la educación y el trabajo. La perspectiva penal y rehabilitadora se completa con políticas de acompañamiento a los “sectores vulnerables”, que revaloriza el lugar de la víctima.

Aparece de este modo un tipo de discurso ya característico en el PRO que, a partir de la configuración del vecino como principal destinatario, interpela a las víctimas de los peligros urbanos y les otorga un rol central. Esta construcción del ciudadano­víctima como principal destinatario, incluye a quienes temen a los riesgos y la violencia condensada en la imagen de aquellos diferentes, esos otros que no forman parte de la vecindad deseada. Así, las campañas recuperan el discurso del paradigma de la victimización, en el cual “todos y todas podemos devenir víctimas, cualquiera sea nuestra situación social, económica, cultural y el sexo al que pertenezcamos (…) la victimización es más un evento que una característica que afecta toda nuestra biografía” (Pitch, 2009: 67). La vulnerabilidad incluye, de este modo, no sólo a las víctimas de hechos particulares sino también a quienes potencialmente pueden, y temen, serlo.

La sección de “seguridad” de la plataforma electoral parte de una suerte de definición colectiva: “Entendemos por seguridad aquella situación de hecho en la cual se encuentran minimizados tanto los riesgos de ocurrencia de delitos como los niveles de criminalidad y violencia”. En esta situación de riesgo extendida, el Estado se presenta como principal responsable de ofrecer “protección a los ciudadanos en lo referido a su integridad física y patrimonial”. En el modo de enunciar la cuestión delictiva de Cambiemos de filtra una conceptualización de una seguridad que surge de la conjunción de dos componentes: uno objetivo, vinculado al aumento de los hechos delictuosos identificados como “criminalidad en la calle” o “micro­criminalidad”, que incluyen delitos contra la propiedad y las personas especialmente en el espacio público (Sozzo, 2000), y uno subjetivo, que se expresa en la “sensación de inseguridad” (Kessler, 2009). Esta percepción subjetiva de la seguridad es afectada por un mecanismo de victimización indirecta que surge de la circulación de información e incide en la preocupación por el tema: “La información sobre delitos actúa como anticipación de una eventual victimización personal futura y, de este modo, se convierte en una fuente de temor” (Kessler, 2009: 70­71).

“Ocho de cada diez argentinos se siente inseguro. Existe en la sociedad una percepción de ausencia de justicia. El costo anual de las tasas actuales de delito es, creemos, del 3% del PBI” . 2

Si por un lado aparece esta dimensión subjetiva de la inseguridad, por otro se busca objetivar el dato a partir de la estadística propia y la preocupación racional por los costos del delito en términos productivos. Frente a ésto, se enuncia desde la plataforma, las políticas deben estar orientadas a “reducir las tasas delictivas”, “recuperar la presencia integral del Estado en todo el territorio”, “potenciar la prevención social del delito”, “desarrollar un sistema integral de estadísticas criminales” y “diseñar e implementar un Sistema Nacional de Inteligencia moderno, democrático y operativo”.

Estos lineamientos programáticos dan un vuelco en la campaña discursiva y audiovisual del candidato, donde el protagonismo lo tendrá el narcotráfico, al que sólo se alude implícitamente en la plataforma en una mención final respecto de la creación de la “Agencia Nacional contra el Crimen Organizado”. Esta última propuesta desplazará el resto de los temas y adquirirá centralidad durante la campaña.

La lucha contra el narcotráfico se presenta, como mencionamos, como uno de los tres objetivos centrales elegidos por Mauricio Macri, junto con los “sueños” de alcanzar la “pobreza cero” y “unir a los argentinos”. Esta viraje de la seguridad en tanto delitos ciudadanos al narcotráfico como problema macro nacional es visible en la comunicación gráfica y, especialmente, en los contenidos de la campaña de marketing directo que se centra en el envío de correos electrónicos a los ciudadanos y voluntarios. “Terminar con el narcotráfico” aparece como el segundo objetivo de esta declaración de intenciones más general tanto en un folleto del partido como en un e­mail específico:

“El segundo objetivo es TERMINAR CON EL NARCOTRÁFICO, que envenena a nuestros hijos, genera violencia en nuestros barrios y corrompe las instituciones. Vamos a mirar de frente el problema como ningún gobierno lo hizo hasta ahora” .

Para ésto, se agrega en el folleto, es necesario “erradicar el paco”, terminar con “las bandas que amenazan tu tranquilidad y la de tu familia”, y una lograr una “justicia ágil e independiente” para poder “confiar en que tus derechos sean respetados”. La construcción de un “nosotros” y un “ellos” se condensa en la temática del narcotráfico a partir de la oposición entre quienes anhelan la tranquilidad perdida y quienes suponen una amenaza para esta esa paz social buscada. La retórica del miedo aparece, de este modo, como un pilar de la estrategia discursiva que busca construir un destinatario amplio y abarcativo:

“Hoy quiero contarte cómo vamos a poner fin al miedo. Porque estamos sumergidos en una cultura de la violencia que nos tiene a todos los argentinos con temor a que maten o lastimen a nuestras familias. Vivimos detrás de rejas, custodiados por cámaras de seguridad, por alarmas, como si viviéramos en una guerra. Pero igual tenemos miedo” .

De nuevo, la vinculación con el narcotráfico parte de su caracterización como el principal problema vinculado a la seguridad y del reconocimiento de las drogas como origen de los males que afectan a la sociedad:

“El núcleo de toda esta violencia descontrolada está en las drogas, que en la última década creció en ventas y consumo de una manera alarmante ante la indiferencia de las autoridades, destruyendo la vida de miles de personas” .

Ahora bien, en este tipo de enunciados se reconoce también un contradestinatario (Verón, 1987) claro: sin mencionarlo explícitamente, la alusión a la “última década” remite inmediatamente al período kirchnerista, responsabilizando en modo directo a las autoridades anteriores por su “indiferencia” e “inacción”.

La estrategia de recurrir a la retórica del miedo para ponerse en el lugar de los ciudadanos y distanciarse de los políticos de turno aparece también en las declaraciones del candidato en entrevistas periodísticas y en debates televisivos.

“En la Argentina está ganando el miedo. El miedo paraliza. El miedo no nos deja crecer. El miedo nos hace sentir que perdemos libertad. Porque ha avanzado el delito en esta década como nunca antes, igual que la droga y el desarrollo del narcotráfico (…) éste se un tema grave y todos tenemos derecho a recuperar la tranquilidad” .

La gestión propia del candidato en la Ciudad de Buenos Aires queda invisibilizada y sólo emerge para destacar “el profesionalismo” con que fue creada la Policía Metropolitana y que, dice Macri, debe replicarse en “la lucha contra el narcotráfico”. Ahora bien, la centralidad en la cuestión del tráfico de drogas como problema en la discursividad del partido no hace desaparecer los delitos urbanos que configuraron las campañas anteriores del candidato en el ámbito local. Sin embargo, la inseguridad ciudadana, que preocupa y hace temer a quienes circulan por las calles de la ciudad, aparece vinculada a las drogas como consecuencia necesaria.

“No estamos viviendo en la Argentina con la tranquilidad que solíamos hacerlo. Lamentablemente pensamos por dónde vamos, a qué hora salimos, nos preocupa cuando nuestros hijos salen de noche, estamos con las rejas, sabemos que corren peligro nuestros hijos por un par de zapatillas, por un celular. Lo que yo quiero les pedir esta noche es que no nos resignemos a vivir tras las rejas, que volvamos a trabajar juntos para recuperar la tranquilidad y la paz. Lo que yo les quiero proponer, que es una de mis tres propuestas, es enfrentar y derrotar el narcotráfico que ha potenciado, que ha aumentado la violencia y la cantidad de delitos en Argentina. Después de diez años de inacción, de complicidad del gobierno nacional, que se la ha pasado negando esta realidad, y la verdad es que nos ha afectado a todos” .

Una de las principales líneas de acción que Macri propone en este sentido es la “urbanización de las villas” y “pacificación de los barrios más peligrosos”, configurando el delito como propio de ciertas zonas de la ciudad que responden al mapa de la inseguridad y dando lugar a una lectura que conecta al delito y la violencia con los niveles de pobreza.

Respecto de la campaña audiovisual, de los 55 spots que se realizaron para las elecciones, cinco están dirigidos específicamente a temáticas relacionadas con la cuestión de la seguridad y otros ocho aluden al tema de manera indirecta o lo mencionan entre otras 8 consignas . Un dato que redunda en lo que venimos argumentando es que de los cinco spots 9 temáticos sobre seguridad, tres remiten a la cuestión del narcotráfico y las drogas. Los argumentos se repiten y la necesidad de “terminar con el narcotráfico”, “ desarticular los carteles de droga” y “erradicar el paco de toda la Argentina” aparece vinculado directamente con el reclamo de una sociedad más tranquila donde reine la paz y la armonía de la convivencia. En este demonio que encarna todos los males, Cambiemos encuentra la causa y la inmediata forma de remediar los niveles de violencia e inseguridad que diagnostica.

El abordaje de la seguridad en las redes sociales en la campaña 2015

Como mencionamos más arriba, las redes sociales tuvieron un rol fundamental en la campaña del PRO y de Cambiemos. El uso de estas herramientas no solo sirvió para reforzar esa imagen de partido político joven y moderno sino que también permitió una comunicación más directa con sus seguidores sin más intermediarios que los propios administradores. Todas las publicaciones en Twitter o Facebook se escriben en primera persona, se utiliza una y otra vez la interpelación directa al destinatario para mostrar cercanía con el candidato.

Las redes sociales adquirieron una importancia tal al punto que Mauricio Macri realizó varios anuncios importantes a través de su cuenta de Facebook ­como por ejemplo el apoyo manifiesto que otorgó a Horacio Rodríguez Larreta en las PASO porteñas, algo que generó un gran revuelo mediático­, también fueron una vía de comunicación directa para con el electorado ya que todos los candidatos insistieron una y otra vez a las personas a que les escribieran por Facebook invitándolos a conocer sus casas y escuchar sus problemas y propuestas. Una vez que estos encuentros se concretaron, desde el partido armaron videos que inmediatamente se viralizaron por los canales oficiales de cada candidato, confeccionaron carteles de vía pública con fotos de estos encuentros y comentarios favorables que las personas les dejaron en sus perfiles de Facebook. Podríamos decir que los candidatos del PRO y de Cambiemos dieron a las redes no solo un uso excesivo sino también estratégico e innovador, ya que ningún otro partido ni candidato apeló a los mismos mecanismos que, a la larga, se convirtieron en exitosos.

Para analizar el lugar que ocupó la seguridad en las redes es necesario hacer una distinción entre la campaña en la ciudad y la campaña nacional. Como ya mencionamos, mientras Macri considera al narcotráfico como uno de los pilares de su campaña, en Rodríguez Larreta la cuestión de la seguridad aparece siempre asociada a una mejora que el PRO impulsó en alguna parte de la ciudad, producto de este cambio, los porteños se sentirán “más seguros”. En general se trata de más iluminación, colocación de cámaras de seguridad, Metrobús, etc.

Curiosamente, a nivel discursivo el concepto de “inseguridad” que manejan desde el PRO es bastante amplio, para ellos la inseguridad no solo hace referencia al delito ciudadano o al narcotráfico sino que para ellos “inseguridad” es también inseguridad vial y violencia de género. En una de las pocas publicaciones que estrictamente aluden al tema, el 25 de junio de 2015 Larreta comparte a través de su cuenta de Facebook tres fotos con sus propuestas concretas para la inseguridad:

Seguridad: Propongo unificar en una sola fuerza a los 20 mil efectivos de todas las fuerzas que hoy están en la Ciudad y darles la impronta y la vocación de servicio de la Policía Metropolitana. Horacio. #SigamosConElCambio. Seguridad: Seguir iluminando calles y plazas y sumar cámaras de seguridad. Horacio. #SigamosConElCambio.

Seguridad: Más botones antipánico priorizando a las mujeres víctimas de la violencia doméstica y a los ancianos. Horacio. #SigamosConElCambio.

Curiosamente el tema de la violencia de género fue uno de los que ocupó gran parte de la agenda de los medios en 2015, la sucesiva aparición de víctimas de este tipo de delitos sumada a la gran movilización “Ni una menos” hicieron que el tema se instalara en la agenda de todos los candidatos. Sin embargo, es pertinente aclarar que, si bien se trata de un delito, la violencia de género no se asocia con el tipo de delito ciudadano al que categorizamos como “inseguridad”. Sin embargo, para el PRO en la ciudad, la violencia de género y los planes para combatirla entrarían en la categoría “inseguridad”. Entonces, si la violencia de género no es un delito ciudadano como muchos otros, es pertinente preguntarse por qué hablan de ella y no de otros delitos no necesariamente ciudadanos que podrían entrar en esta categoría. Solo por mencionar algunos, trata de personas, narcotráfico, corrupción, etc. ¿En la ciudad no ocurren este tipo de delitos? ¿Por qué Larreta habla de violencia de género sin hacer mención a la trata de personas asociado a la violencia de género que es un problema grave en la ciudad?

También en el discurso a través de redes sociales aparecen los mecanismos invisibilizadores del PRO: minimizan el conflicto, lo edulcoran, lo disfrazan y se lo reapropian en una clave propia que consiste en reducir el problema, plantear soluciones simples y superficiales. Sin hacerse cargo de un problema que les es propio ya que hace ocho años gobiernan la ciudad

Ellos mismos admiten que la inseguridad es el principal problema de los porteños, si es así, ¿por qué el tema aparece mencionado de manera escueta con apenas tres propuestas de campaña? Esta situación es una especie de metáfora que ilustra el funcionamiento del PRO: minimizar conflictos, no hacerse cargo de los problemas que arrastran desde hace años.

A nivel nacional el escenario es totalmente diferente, si bien las publicaciones en redes sociales de Mauricio Macri se utilizan pocos los términos “seguridad” o “inseguridad”, sí hay una fuerte mención al narcotráfico. Este es el significante que consensa todo lo relacionado al delito y se presenta como la principal causa de la inseguridad y el enemigo al cual el gobierno tiene que derrotar

Por citar dos ejemplos que ilustran esto, desde su cuenta oficial en Twitter, @MauricioMacri el 17 de noviembre de 2015 publica: “Vamos a profesionalizar las fuerzas de seguridad y encarar la lucha contra el narcotráfico desde el primer día. #MacriEnTelenoche #Cambiemos”. En una línea similar, el 13 de septiembre de 2015 sostuvo: “El avance del narcotráfico es la principal amenaza a la seguridad de los argentinos #TerminarConElNarcotráfico”, este tuit incluye el enlace a una publicación más extensa en Facebook donde hay una foto de policías de la Metropolitana con la frase “Terminar con el narcotráfico” acompañada de una explicación en la que concluye que el narcotráfico es la principal causa del avance del delito ya que “corrompe a políticos, policías, jueces y funcionarios a cambio de impunidad”. También afirma en que el paco ­una droga sumamente nociva consumida en su mayoría por sectores populares­ “daña el cuerpo y el futuro de nuestros pibes, arruinando las vidas de familias enteras” por eso propone erradicar el paco y de esta manera “liberar” a los chicos que son explotados por las mafias, a esto suma propuestas para prevenir las adicciones. Compara esto con la gestión en la ciudad que toma como modelo de “recuperación” de los adictos: “También vamos a prevenir y tratar las adicciones a través de una política integral, como la que hicimos en la ciudad de Buenos Aires: acción temprana, asistencia para los chicos y su grupo familiar, integración comunitaria y líneas de atención anónima y gratuita”.

Este ejemplo ilustra algo que se repite en varias de sus publicaciones en redes sociales: Macri coloca en la categoría “seguridad” al narcotráfico, a las adicciones y al paco, sin establecer ningún tipo de distinción ni aclaración entre ellas. De esta manera no solo contribuye a la estigmatización de los consumidores de esta sustancia, sino que reduce el problema de la inseguridad a las adicciones y al consumo de drogas. pero no de cualquier droga, sino exclusivamente al paco que, entre todas las sustancias que se trafican, es la única a la que hace alusión.

A modo de cierre: cambios y continuidades

El manejo que desde el PRO y de Cambiemos se hizo del tema de la inseguridad, salvando las distancias de cada campaña, es una especie de metáfora que ilustra el 18 funcionamiento del PRO en general: minimizar conflictos, desligarse de problemas sociales que les son propios y responsabilizar al gobierno nacional. Esta estrategia pudo identificarse tanto en la ciudad como a nivel nacional. Como ya sucedía en la campaña local de 2007, en la estrategia de Macri en 2015 se buscó dar visibilidad al tema de la inseguridad y el narcotráfico, y construirlo como la causa de muchos de los problemas del país.

Según Simon (2011), “los dirigentes con cargos estaduales tienen más oportunidades de politizar el delito”, pero están condicionados a la rendición de cuentas respecto de las políticas que propusieron y eventualmente implementaron (2011:39). En este sentido, cuando quien habla es un gobernante de turno, se observa cierta dificultad para enunciar la inseguridad como problema y la noción recobra sentido a partir de la definición de una seguridad plasmada en las políticas en curso. Esta dificultad para politizar y capitalizar la cuestión delictiva desde la gestión permite ver también las distancias entre los discursos en campaña y las prioridades definidas una vez iniciada el gobierno de los vencedores (Zuloaga, 2014).

Las campañas electorales son momentos privilegiados para la emergencia las imágenes del desorden urbano y las disputas en torno al sentido atribuido a la inseguridad, en las que los candidatos se posicionan a partir de sus diagnósticos y propuestas de intervención. En estos contextos, el lugar que ocupa el enunciador en los espacios de gestión no pasa desapercibido y se convierte en un elemento condicionante de sus discursos y estrategias para abordar la temática delictiva. Los discursos electorales alrededor de la ineficacia estatal no podrán estar generados por un actor con responsabilidad de gestión. La inseguridad, entonces, deja de ser un diagnóstico negativo y se transforma en seguridad, en acción –ya no en omisión– de un Estado frente a la violencia urbana (Calzado, Fernández y Lio, 2014b). Esta puntualización de las acciones que el Estado ha llevado adelante para enfrentar la inseguridad es lo que pudimos observar en los modos en que Rodríguez Larreta abordó la cuestión en la campaña local de 2015. El delito no se ubica entre los temas privilegiados y se elude describir y enumerar los riesgos delictivos de la ciudad. Por el contrario, de modo reactivo ante la necesidad de responder sobre el tema, se revalorizan las decisiones tomadas en los años en gestión y se propone continuar por la misma vía del cambio.

Este discurso asociado a la eficacia de la gestión, que parte de un nosotros vecinos amparados por un Estado activo, permeó también en la campaña de Mauricio Macri para presidente, en la que el candidato buscó capitalizar sus “logros” en la ciudad como activos para una futura posible gestión a nivel nacional. Sin embargo, la imagen de la guerra, del delito y de la fuerza estatal vuelve a emerger en un ámbito en el que la principal 19 responsabilidad no está en quien enuncia. El gobernante se convierte en candidato, asume el rol de quien viene “de afuera” y enfatiza la dimensión del “cambio”. Es así que, en la campaña nacional, como describimos, la seguridad se torna un elemento fundamental en la estrategia de campaña, se diagnostican los peligros y los riesgos que preocupan a la sociedad, para distanciarse de quienes a cargo del gobierno nacional “no han hecho nada” para resolver el problema. La retórica del miedo, entonces, resurge ante el protagonismo de una inseguridad asociada al narcotráfico, como principal y casi única problemática vinculada al delito en el país.

Estas observaciones surgidas de nuestro análisis de las campañas de Mauricio Macri y Rodriguez Larreta en 2015 se volverán una nueva hipótesis de cara a las campañas del PRO y Cambiemos -ahora en gestión en la ciudad, en la provincia de Buenos Aires y en la naciónen las futuras campañas de 2017 y 2019, en las que una continuación de estos análisis de las retóricas electorales respecto de la seguridad permitirá verificar o refutar las tendencias que venimos identificando desde 2007.


Notas al pie de página

1 Plataforma Electoral Cambiemos. Las cursivas son nuestras. Disponible en http://pro.com.ar/plataforma­electoral/

2 Plataforma Electoral Cambiemos. Las cursivas son nuestras. Disponible en http://pro.com.ar/plataforma­electoral/

3 Plataforma Electoral Cambiemos. Las mayúsculas en el original. Las cursivas son nuestras. Disponible en http://pro.com.ar/plataforma­electoral/

4 Correo electrónico enviado desde la cuenta de Mauricio Macri el 18 de septiembre de 2015 con el asunto: “Es nuestra prioridad terminar lo antes posible con el narcotráfico”. Las cursivas son nuestras.

5 Ibídem.

6 Debate televisivo de los candidatos a presidente de la Nación previo a la primera vuelta electoral. Realizado el 4 de octubre de 2015 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y transmitido en directo por varios canales de televisión.

7 Debate televisivo de los candidatos a presidente de la Nación previo al balotaje. Realizado el 15 de noviembre de 2015 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y transmitido en directo por varios canales de aires y de cable.

8 S1 Terminar con el narcotráfico, S7 Desactivar los carteles de droga, S8 Una mejor policía, S20 Erradicar el Paco de toda la Argentina, S27 Vamos a terminar con la violencia.

9 S6 Me importa, S12 Por eso estoy acá, S32 Luz, agua y seguridad, S33 Gobernar, S34 Justicia independiente, S42 Tenemos la oportunidad de que la política mejore la vida de la gente, S43 ¿Y si cambiamos?, S53 Una nueva forma de hacer política.

 


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