TWITTER @PRESIDENCIASV

Mercedes Calzado
Instituto de Investigaciones Gino Germani. Universidad de Buenos Aires. CONICET
(Argentina). Correo: mcalzado@sociales.uba.ar
Mariana Fernández
Instituto de Investigaciones Gino Germani. Universidad de Buenos Aires. CONICET
(Argentina). Correo: mcf.mariana@gmail.com

Acceda aquí para la entrevista publicada en Revista Comunicación Política y Seguridad.

Resumen:
Entrevista a Amparo Marroquín Parducci, profesora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador. La comunicación gubernamental del miedo, las dimensiones simbólicas de la construcción de pandillas y pandilleros, y las intervenciones posibles de la academia en los contextos políticos actuales son algunos de los temas abordados. Amparo Marroquín Parducci es profesora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador desde 1997. Es magíster en Comunicación y doctora en Filosofía con una tesis que revisa las claves de Jesús Martín Barbero para analizar los medios de comunicación. Es autora de libros y artículos que piensan la cultura popular, las configuraciones de sentido de Centroamérica, la estereotipación de la violencia, los procesos de migración salvadoreña y la administración del temor.

 

En esta entrevista dialogamos sobre la comunicación del miedo del gobierno de Nayib Bukele en El Salvador, las dimensiones simbólicas en la construcción de pandillas y pandilleros, y las intervenciones posibles de la academia en los marcos políticos actuales.

Bukele alcanzó la presidencia en 2019 con un discurso de fuerte carga punitiva. Desde entonces, su popularidad aumentó gracias al manejo de la pandemia de Covid-19 y de la disminución drástica de la tasa de homicidios. Este era el escenario hasta que, el fin de semana del 26 y 27 de marzo de 2022, se produjeron asesinatos masivos presuntamente cometidos por las pandillas salvadoreñas.

Días después, la Asamblea Nacional de El Salvador aprobó un régimen de excepción solicitado por el presidente Bukele para otorgar poderes adicionales a la policía. En paralelo, la Asamblea agravó las condiciones carcelarias y estableció penas para medios, periodistas o artistas que divulgaran “mensajes o comunicados originados o presuntamente originados» por pandillas. Diversas organizaciones denunciaron, desde entonces, violaciones a los derechos humanos por detenciones arbitrarias y malos tratos carcelarios producidos bajo este régimen de excepción.

Amparo Marroquín brinda herramientas conceptuales y contextuales para entender las causas y consecuencias del estado de excepción en El Salvador, las características comunicacionales con que los gobiernos trabajan la cuestión securitaria, y el uso del miedo como parte de una narrativa política.

 

¿Cómo es el proceso de construcción de Bukele como figura política y cómo llega a los discursos punitivos? 

El gobierno de Bukele es un gobierno mediático que coloca en el centro la mediación de la comunicación, particularmente la digital. Desde que empezó a configurarse como líder político, Bukele se caracterizó por ser comunicativo y digital. Fue el político que construyó el primer hashtag viral hace doce años en el Salvador cuando anunció su lanzamiento como candidato a alcalde de la capital.

Durante la campaña, el entonces alcalde de extrema dijo de Bukele: “Está muy jovencito”. Y el equipo de comunicación de Bukele tomó la declaración y creó el hashtag “vos estás muy jovencito” desde el cual lo posicionó como una especie de joven justiciero, aparentemente de avanzada, que decía todo lo que uno quería escuchar. Sin embargo, cuando Bukele fue alcalde de la capital empezaron a sonar las alarmas. Vimos la evolución de un político que no tenía ningún problema en hacer alianzas, no solo con la extrema derecha, viniendo de un partido de izquierda, sino con un partido de extrema derecha que había sido expulsado del partido tradicional por los vínculos con el narcotráfico.

Bukele es parte de una corriente de políticos que se presentan como una persona joven, como outsiders, a pesar de haber estado en el centro del entramado político. Cuando fue candidato a presidente, por ejemplo, no tuvo ningún empacho en hacer afirmaciones como que jamás estaría de acuerdo con el matrimonio igualitario, que le parecía una aberración contra la religión, que los grupos feministas eran grupos pagados por la izquierda para desestabilizar el país. Al mismo tiempo, decía que él no era ni de izquierda ni de derecha y que las ideologías ya no existían. Ese tipo de cuestiones fueron alarmantes de entrada.

Cuando Bukele llevaba tres meses como presidente electo, lanzó el hashtag “nación de héroes”. Los héroes eran los militares, las fuerzas armadas. Desde ahí fue muy evidente el coqueteo con el tema de la mano dura.

¿Cuándo fue alcalde ya había tenido intervenciones de este tipo?

Con el tema militar no tanto, pero sí con el tema de un pensamiento conservador. Una de las cosas más evidentes era su disgusto con la prensa. Como alcalde, el 25 de enero de 2017, prohibió la entrada de los medios de comunicación y los periodistas que “no lo cubrían bien”, que lo cubrían de manera crítica, argumentando que propagaban mentiras.

¿Y respecto a los discursos de mano dura?

En los últimos diez años, Bukele construyó una marca que pasa por el uso de ciertos tipos de colores, como el cian, y por la encarnación de ciertos arquetipos. Por un lado, el arquetipo del joven guerrero masculino. Por otro, el arquetipo del profeta elegido, que una vez que alcanza la presidencia, llama a sus guerreros ayudantes, la fuerza armada, y los empodera.

Durante la pandemia ¿profundizó este proceso de militarización?

Bukele consiguió mantener una alta popularidad durante la pandemia. Sin embargo, una cosa es lo que dice, y otra son sus acciones concretas. Respecto de sus acciones concretas, estamos viendo dos cosas. Por un lado, una serie de datos que indican la posibilidad de que el gobierno haya negociado con las pandillas una tregua en relación con los asesinatos. Somos un país que venía de una tasa de homicidios de más de 120 homicidios por cada 100 mil habitantes y en cuanto Bukele llega, en menos de un mes, se desploma completamente. Entonces, el desplome es muy difícil de explicar con lo que él llamó su plan de control territorial.

Se desplomaron los homicidios, pero aumentaron los desaparecidos. No tanto como para llegar al nivel de los homicidios, pero aumentaron de manera significativa y las extorsiones en los distintos territorios se mantuvieron. Da la impresión, por lo tanto, de que es muy probable que esté negociando una tregua. Expertos en la materia lo venían diciendo hasta que El Faro, el periódico digital, lo reveló el año pasado de manera clara: “Sí, Bukele ha estado con las pandillas”. La respuesta de Bukele fue que el faro era una ONG pagada por George Soros y todos los conspiradores de izquierda del mundo, y que además lavaba dinero y que, por lavadores de dinero y por machistas-violadores de mujeres, él los iba a meter presos. Lo que generó es la idea de que cualquier medio de comunicación o cualquier medio digital que hiciera cualquier tipo de señalamiento contra el presidente pasase a ser inmediatamente vinculado como medio de oposición.

¿De qué manera Bukele construyó una narrativa distinta a la mediática? 

Bukele construye una narrativa muy polarizada: o estás conmigo o contra mí. Si estás con él, sos parte de este pueblo de Dios escogido, cristiano-céntrico. Si estás contra él (sobre todo en la pandemia fue más fuerte), estás contra quien nos está salvando, contra el que ha creído en las vacunas, contra el que ha hecho una gestión extraordinaria de la pandemia.

Pero cuando la población empieza a salir, sobre todo desde octubre del año pasado, es el momento del anuncio de la bitcoinización y del arribo de la criptomoneda, se produce en el país un momento de recesión económica. A partir de noviembre de 2021, la popularidad de Bukele empieza a bajar de manera contundente, y su presencia en las conversaciones digitales disminuye. Todo eso hasta el sábado 26 de marzo de 2022, cuando en un solo día se producen 62 asesinatos, cuando venía habiendo cinco o seis por día. Estamos hablando de un país que tenía de 15-16 asesinatos por día antes de Bukele, que bajaron a cinco o seis asesinatos diarios.

¿Qué produjo este cambio drástico?

Lo que hay que pensar es cuál es el contexto comunicacional en el que se producen estos 62 asesinatos y es que Bukele viene bajando la conversación digital. Además, otra parte del contexto es la presión de Estados Unidos para soltar un préstamo del Fondo Monetario Internacional que está condicionando a la extradición de tres pandilleros a ese país.

Entonces, los 62 asesinatos consiguen comunicacionalmente dos cosas. Primero, levantar una especie de enojo viejo que tiene 30 años cocinándose contra las pandillas como el mayor mal de El Salvador. Hablar sobre las pandillas como el mal mayor permite evitar la discusión sobre el crimen organizado con raíces en el Estado. Las pandillas son una forma muy particular y específica de asociar la violencia. Lo segundo es que permite posicionar comunicacionalmente a las fuerzas armadas y al ejército como el gran salvador de un país. Se trata del ejército que históricamente “protegió” a esta sociedad de los indígenas comunistas del levantamiento 1932; el ejército que “protegió” a esta sociedad de los levantamientos de los “jóvenes revoltosos guerrilleros” de los sesenta y setenta; es el ejército el que “protegió” a este país de los terroristas del FMNL (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) durante la Guerra, y es el ejército que “protege” al país de las pandillas. El ejército en este país es profundamente autoritario y militarista.

Entonces, comunicacionalmente lo que permite el asesinato de 62 personas (que no es un asesinato al azar, mataron a muchos tipos de gente) es recuperar a las pandillas como el gran agresor y posicionar al ejército como el gran defensor. En consecuencia, vuelve a colocar a Bukele como el top ten de la conversación, su equipo comunicacional vuelve a recuperar el control de la conversación. No es solamente el setting, sino también el framing. No solamente significa vamos a hablar de Bukele, sino que vamos a hablar de él en los términos en que a él le interesa, como el gran hombre capaz de sacar al ejército, masacrar a las pandillas, como quien puede capturar 13.000 personas sin ningún tipo de juicio.

Desde ahí Bukele retoma prejuicios ya muy trabajados por los medios….

Claro. ¿Por qué no necesitás hacer juicio a los pandilleros? Porque tienen tatuajes y esto muestra que son pandilleros.

De hecho, los organismos de derechos humanos denunciaron que están capturando pandilleros, expandilleros, familias, y gente que, por delito de portación de cara, parece o vive en una zona determinada. Es decir, se asienta en la criminalización de la pobreza geográfica de los barrios pobres de El Salvador.

Si lo pensamos en términos electorales a mediano plazo, lo que sucede es que Bukele está a medio término de su mandato y está buscando cambiar la Constitución para reelegirse.  Este es un gran momento en el que volvió a recuperar el 90 por ciento de popularidad y le permite prorrogar las medidas extraordinarias.

En consecuencia, cualquier alusión a los derechos ciudadanos está en entredicho y te pueden capturar y meter preso por lo menos durante 15 días sin ningún tipo de juicio. Pero, además, prorrogar las medidas extraordinarias permite hacer todo tipo de compras y mover dinero del presupuesto de un lugar a otro sin ningún problema. Esto igual ya no es comunicacional.

En la calle ¿cómo se vive el estado de excepción? 

Esto sí es más percepción, porque todavía no hay estudios. Pero se vive, me parece a mí, una especie de tensión hacia dos lados. Por un lado, hay mucha gente que dice que se siente muy segura de ver a los militares en todas partes. Hay gente popular que se siente muy bien de tener a los militares en las calles. Al mismo tiempo, hay personas que se sienten inseguras, justamente porque creen que en cualquier momento los pueden agarrar, sobre todo la gente que tiene hijos hombres-jóvenes. Esta gente es la más preocupada.

Y los medios, ¿qué rol asumieron en este contexto? 

Bukele tiene a los medios tradicionales en contra, a la prensa escrita en contra. Pero su aparato comunicacional ha conseguido penetrar a través de las redes sociales, de Facebook y WhatsApp. Además, fundó un periódico y tiene una serie de medios replicadores. Uno se llama La Britany (https://www.labritany.com/), qué tiene titulares del tipo de nuevo “Bukele le contesta: Que se callen a todos los organismos internacionales”, o un titular así como: “Vea cómo el presidente deja callados a todos”. Cuando hacés escucha digital, esos son los medios más leídos. Son los medios más vistos, los que la gente más está mandando a través de mensajitos. El control de la narrativa es muy fuerte. Más allá de que nosotros podemos o no afirmar que se planeó este fin de semana negro de marzo, lo que sí es factible sostener es que le sacó el mayor provecho comunicacional a una situación de violencia.

Las imágenes de algunos videos publicados en redes por Bukele muestran cuerpos desnudos en la cárcel, como si fueran en dominó, en algunos casos con golpes… una forma de mostrar los cuerpos cercana a la referencia de Susan Sontag en Ante el dolor de los demás… 

Sí. De hecho, para pensar nuestro país hoy yo empezaría discutiendo Vigilar y castigar y qué concepto de civilización tenemos. Nosotros pasamos de un presidente que durante la pandemia ha tenido un rol clave con los enfermos, a un presidente que ha dicho que va a construir cada vez más cárceles y que presume haber capturado en un mes a 13.000 personas y que se van a pudrir en la cárcel por 30 años. Un presidente que dice que cualquiera que hable contra él está siguiendo el mandato de las pandillas porque el Fiscal General de la República dijo en un tweet que encontraron en el celular de un capturado el supuesto llamado de un pandillero diciendo que la gente tiene que hablar contra el presidente. Hay muy poco margen para hablar porque con la nueva reglamentación te pueden caer 15 años de cárcel. Esto es porque se aprobó una ley con características muy particulares en estos días. Junto con el estado de excepción, se aprobó una ley que si cualquiera reproduce o transmite mensajes comunicados u originados o presuntamente originado por grupos delincuenciales, va a ser condenado a 15 años de prisión.

Una de las justificaciones de esta normativa tuvo que ver con la forma en que la Alemania de posguerra prohibió los mensajes pro nazi, una forma de generar una narrativa que historiza a-historizando…

Y sí. En este país solo el cuatro por ciento de la gente llega a la universidad y que se gradúa solo el dos por ciento. Un país donde solamente hay una universidad pública y todo el resto son universidades privadas. ¿Qué posibilidad tenemos de construir pensamiento crítico? Yo siempre he sentido que Centroamérica es un espacio para los experimentos de las élites globales que tienen ganas de saber cómo funcionan los discursos más conservadores. Lo que está pasando en Guatemala, en Nicaragua, en El Salvador, en Honduras… Lo que nosotros tenemos son sociedades profundamente fragmentadas.

¿Cómo intervenir sobre estas narrativas?

En la discusión de comunicación nos estamos preguntando sobre el concepto de exilio o de exiliado político como un concepto que vuelve a construirse desde Centroamérica. En la última década empezamos a pensar que el asilo por violencia no era un asilo político. Pero, si alguien se va porque lo persigue una pandilla que lo puede matar ¿no se trata de asilo?

El Salvador contabiliza al menos 50 personas que claramente han sido amenazadas por el estado salvadoreño y que han tenido que salir del país. Políticos, expolíticos, periodistas. 4.060 fiscales de Guatemala están también fuera con amenazas de muerte. Miles de nicaragüenses salieron perseguidos por el régimen de Ortega. Son tres formas de Estado distintas, tres experimentos distintos, pero que de alguna manera son la consecuencia de lo que pasa cuando estiras cada vez más el tejido social y polarizas cada vez más los discursos sociales y los políticos. Llega un momento en que una buena parte de la población entiende que hay gente que no tiene ningún derecho y que hay otros que pueden disponer y administrar. Lo que Roxana Reguillo llama la necro-máquina, el derecho de administrar la vida y la muerte no solo sobre el cuerpo, sino sobre la posibilidad de que ese cuerpo viva y muera y de qué manera va a morir, si desmembrado, desaparecido, o asesinado en una calle.

Muertes con cuerpos que pueden ser tanto mostrados como invisibilizados…

Exacto, si los cuerpos van a ser metidos en una fosa clandestina o si van a ser mostrados porque a la necro-máquina le conviene mostrarlos…. Yo trabajé 20 años de construcción discursiva sobre cómo los medios han construido al migrante. Desde la época de la guerra hasta la posguerra, analizando los acuerdos de paz… Nosotros empezamos a notar que el migrante no es parte de la otredad, sino que es parte del nosotros. Nosotros, los salvadoreños, somos migrantes. Hay una narrativa religiosa heroica muy fuerte dónde nosotros vamos en éxodo, llegamos a la tierra prometida. Pero el migrante se construye como un héroe cuando sale, pero cuando vuelve deportado es señalado como parte de la otredad, porque el migrante deportado es identificado en los medios de comunicación como pandillero.

Las dos grandes pandillas que se fortalecieron en El Salvador son pandillas que están en Estados Unidos, en los Ángeles en la Calle 13 y el Barrio 18. En Guatemala, El Salvador y Honduras siempre hay notas sobre pandillas, pero cuando hay elecciones hay más notas sobre pandillas, porque es un tema que te da mucho rédito político. Ricardo Maduro, que fue presidente de Honduras, siempre dijo que él le debía la reelección como presidente a las pandillas, porque metes miedo y ofreces mano dura. Decís que vas a controlar esto y normalmente te da mucho rédito político.

¿De qué manera intervienen los medios en estos procesos políticos?

Los medios construyen la narrativa del pandillero desde una enunciación con sujeto, verbo y predicado. Una otredad del pandillero con una estética particular de un hombre joven, tatuado, rapado de la cabeza y con el torso desnudo. Eso lo estudié en 2004-2005. Veinte años después, las fotos siguen siendo las mismas, aunque hoy existen pandilleros menores de 12 años que ya colaboran con las pandillas, gente de 40 o de 50 años que está las pandillas, hay mujeres pandilleras, y hay grupos pequeños que dieron la orden a sus miembros de no tatuarse a partir de la primera ley de mano dura (que aparece a finales de la primera década del siglo XX). A pesar de esto, se sigue construyendo una estética del sujeto pandillero como un hombre joven tatuado y rapado.

Además de un sujeto, existe un verbo y el verbo es siempre cualquier tipo de acción violenta. Los pandilleros nunca son presentados como jóvenes organizados, sino como aquellos que siempre violan, matan, descuartizan, extorsionan. Es decir, todos los verbos adjudicados en los medios de comunicación a los pandilleros en El Salvador, Honduras y Guatemala son verbos violentos. Salvo algunas notas excepcionales en Guatemala donde muestran a los pandilleros como sujetos de violencia (por ejemplo, si la policía golpeó a los pandilleros). Pero no es habitual, casi nunca aparece en el discurso. En cambio, el sujeto ejecuta una acción que siempre es violenta.

Estos discursos tienen también un adjetivo: deportado, culpable. Si es pandillero tiene tatuajes, no hay nunca presunción de inocencia. Por lo tanto, vemos cómo el equipo de comunicación del presidente reproduce un discurso instalado hace 20 años, muy legitimado y revive la misma matriz con sujeto, verbo y predicado.

 Pareciera que, en este contexto, los medios tradicionales entran en tensión: ayudaron a construir el perfil del pandillero sobre el cual intervienen las campañas políticas y el Estado, pero ahora no pueden hablar directamente o no pueden seguir reconstruyendo su propio discurso por ser cómplices de los pandilleros.  

Totalmente. Además, los medios tradicionales reconocían que ellos reproducían mucho el discurso policial, que no era el discurso fiscal (que ya implica un proceso de investigación, así sea mínimo). En el discurso policial si hay un muerto que tiene un tatuaje, hay un pandillero. El discurso policial fue el que más ha contribuido a la instalación de ese tipo de estereotipo exacerbado hasta un nivel que si vos cuestionás que una persona detenida no es pandillera, entonces es porque vos sos pandillero. Si nosotros lo pensamos gramaticalmente, es un discurso de la causalidad directa.

Hoy todo está polarizado y militarizado, estamos volviendo a la década del setenta y eso es preocupante. Yo hablo con la gente y eso no es una preocupación. El discurso académico no vende, en este momento es un discurso fracasado, nos ganaron la batalla. Porque la batalla actual es una batalla de la esperanza: los sectores populares necesitan esperanza. Entonces, los seguidores de Bukele dicen que en cinco años este país va a estar súper lindo, no vamos a tener pandillas, no vamos a tener extorsiones, tus hijos van a poder vivir acá. Ahora, más allá de este discurso de la esperanza, el quiebre de la migración sigue siendo un discurso, porque al mismo tiempo hay gente diciendo que se quiere ir del país, que las cosas van a estar mejor, pero que mientras tanto mejor irse.

Los que estudiamos los procesos migratorios nunca tenemos datos fiables, porque la migración irregular, que es la mayor migración que tenemos en el país. Es una migración que no pasa por ningún tipo de registro. Es una migración que no quiere ser vista nunca, que no quiere ser contabilizada. Lo único que nosotros tenemos son los números de cuánta gente es detenida en la frontera, y el año pasado teníamos 200 personas detenidas a diario en la frontera. El cálculo es que en los últimos meses 150.000 personas han salido del país hacia Estados Unidos, y han llegado. Es muchísimo para un país que dice que su presidente está divino y que las cosas están bien. Es decir, hay algo que ahí debemos pensar respecto de los límites de la comunicación. La comunicación académica, seria, sobre procesos, es legítima para ciertas cosas, pero tiene límites con la vida cotidiana.

Acá es donde está el quiebre de la moraleja centroamericana. Nosotros veníamos de esa esperanza total, de haber tenido durante 20 años a la extrema derecha y al neoliberalismo. Pasamos a un gobierno de extrema izquierda y pensamos que las cosas iban a ser distintas. Pero en Centroamérica la izquierda se derechizó y los pobres se empobrecieron más. De hecho, nosotros tuvimos una izquierda que no hizo una reforma fiscal, seguimos sin tener impuesto predial y la gente que tiene diez casas paga la misma cantidad de impuestos que alguien que no tiene casa.

No hubo cambios estructurales y se impusieron las narrativas punitivistas…

Exacto. La izquierda sacó a los militares a tareas de seguridad. No puede haber una narrativa de Bukele sin la desesperanza que se tuvo después de un gobierno de izquierda que no tuvo impacto real en la vida cotidiana de los sectores populares. Entonces, yo no quiero restarle responsabilidad al gobierno de Bukele, pero creo que también es inútil hacer lecturas en extremos coyunturales que no colocan la responsabilidad histórica de los partidos políticos tradicionales. Lo que a mí me preocupa es, por ejemplo, si decís “en Argentina estamos en la desesperanza” porque es el momento donde pueden llegar cerillos como el de Donald Trump, como el de Macri, como el de Bukele, a incendiar todo porque estamos inflamables. Trump llega ¿por qué? Llega porque Obama era maravilloso pero, para los inmigrantes, Obama era el deportador en jefe. No puede ganar Trump sin Obama, sin todas las violaciones a los derechos humanos que Obama hizo a la población migrante. Eso es lo que le permite a Trump escalar una grada más en los niveles de autoritarismo, en los niveles de demagogia. Entonces, no puede haber un gobierno de Bukele sin un FMNL que ya fue demagógico.

Si nosotros pensamos la parábola centroamericana, la moraleja es que los procesos de securitización y militarización no son procesos que terminen con la inseguridad, pero son procesos que dejan mucho rédito en comunicación política.

¿Cómo salimos de acá? No lo sé. Creemos que la risa nos tiene que dar algo, por algún lugar, hay que fortalecer la democracia y hay muchos colectivos trabajando por ello.

El dilema de cómo intervenir discursivamente en un contexto local de censura…

La risa tiene muchos tipos de posibilidades en este contexto de censura. ¿No querés que hable de pandillas? Bueno, no hablemos de pandillas. En el fondo, la estrategia comunicacional de Bukele es “no pienses en el elefante blanco”. Entonces, nos tiene a todos hablando de eso, pensando en eso. En realidad, en lo que deberíamos estar pensando es en las mujeres desaparecidas, por ejemplo, pero no estamos hablando de eso. El proceso no debería ser hacerle la contra, no reivindicar las investigaciones sobre pandillas, que es algo que ya hemos investigado. Investigamos ahora que está pasando con el tema de la ecología, con las peleas del agua (porque Bukele no ha querido firmar los tratados globales vinculados a esos temas). Hay temas de los que no se están hablando y desde la academia tenemos la doble responsabilidad de hablar de lo que no se está hablando.

Por otro lado, debemos dejarnos de tomar en serio y divertirnos. Yo estoy discutiendo con mis alumnos que están haciendo stand up comedy, los que están haciendo caricaturas, memes y estamos discutiendo cómo intervenir a través de la risa. Este es un aprendizaje viejísimo que tenemos los que hemos estudiado cosas del carnaval. Va a llegar un momento en el cual van a entender que esa es nuestra estrategia y la van a penalizar también. Mientras tanto, yo creo que tenemos por lo menos cinco años para seguir en esta línea, cuando tenemos frente un proyecto de Bukele a 20 años. Entonces, riámonos.

¿Qué tipo de producciones artísticas se están realizando?

Hemos tenido obras de teatro maravillosas que hablan y sitúan el tema de las pandillas. En estos momentos, por supuesto, no se van a presentar. Pero, entonces, la discusión es qué es lo que nosotros tenemos que presentar. Creo que tenemos que discutir qué música vamos a crear ahora, qué obras de teatro son las que podemos posicionar. Es momento de volver hacia donde está el error más grande, o sea cuando uno trata de construir una mirada crítica sobre este tipo de tareas en la causalidad única, pero no a la inversa. Por ejemplo, si ellos proponen la mano dura, contestar que la mano dura no sirve es, otra vez, intervenir sobre la causalidad directa. Me parece a mí que tenemos que complejizar, llenar la agenda de otro tipo de temas en un país profundamente autoritario.

A la hora de instalar esos otros temas en la agenda, las redes sociales aparecen como un espacio de resistencia…

Las redes sociales se han vuelto un espacio importante de resistencia. De hecho, a través de las redes se convocó a la marcha más grande de la posguerra en protesta contra un gobierno, que fue la marcha del 15 de septiembre de 2021. Fue una marcha que juntó a muchos sectores y empezó a mostrar ese debilitamiento. Se está acabando la fase inicial. No es para mí, o por lo menos todavía, el final a menos que intervenga la comunidad internacional y diga “este es el patio trasero, no va a estar así”. Entonces, yo creo que no. Lo que está pasando es que los gobiernos republicanos apoyan a Bukele y los republicanos están muy molestos con el tema de la criptomoneda. Porque la criptomoneda dificulta la posibilidad de los controles internacionales de lo que se está haciendo. Ejercer las libertades tienen un límite, la parte más débil del proyecto de Bukele tiene que ver con la criptomoneda.  Me parece que pronto podría haber una crisis, pero si no hay crisis por ahí esto va a seguir de manera larga.

 

Es un discurso muy vinculado al terrorismo para que haya una intervención por fuera de la justicia local ¿Qué pensás?…

Acá hubo una reforma en 2004 para acusar de ocupaciones ilícitas y terrorismo a las pandillas. Pero la primera aplicación de la ley antiterrorista no fue contra pandillas, sino contra líderes sindicales de los movimientos de agua. Ahora aparece otra vez, en esto de que todo aquel que habla en contra del gobierno es pandillero, porque es a las pandillas a las que les conviene que este gobierno no funcione. Es interesante ver cómo construyen esta narrativa legitimadora y que en estos momentos tiene grietas. Para mí una grieta importante no tiene que ver con los asesinatos, pero sí con las desapariciones. El tema de los desaparecidos es un tema grande, también en México. Esos temas son grietas mucho más fuertes que los temas de las pandillas o la población carcelaria que son temas de hegemonía comunicacional.

Después de cerrar esta entrevista, el periódico digital El Faro, publicó un reportaje en el que revela audios en donde el gobierno de Nayib Bukele negoció con las pandillas. Los 62 asesinatos son consecuencia de una vendetta por la ruptura por parte del Gobierno de El Salvador de los acuerdos[1]. El gobierno salvadoreño continúa el régimen de excepción y hasta el 8 de junio sus funcionarios hablan de más de 39,000 personas capturadas. El 2 de junio de 2022, Amnistía Internacional señaló que “Es alarmante observar cómo los tres poderes del Estado [en El Salvador], incluyendo las instituciones de justicia, están funcionando de manera sumamente coordinada para procesar de forma sumaria, ilegal e indiscriminada a miles de personas. El uso político de las instancias creadas para garantizar justicia atenta contra el Estado de Derecho y está favoreciendo la comisión de graves violaciones de derechos humanos e incluso crímenes de derecho internacional”. 40 personas detenidas han muerto en las cárceles en circunstancias poco claras y sin haber tenido un juicio. La última encuesta de la Universidad Centroamericana (UCA de El Salvador) muestra que ocho de cada diez salvadoreños apoyan el régimen de excepción.

[1]https://elfaro.net/es/202205/el_salvador/26175/Audios-de-Carlos-Marroqu%C3%ADn-revelan-que-masacre-de-marzo-ocurri%C3%B3-por-ruptura-entre-Gobierno-y-MS.htm