
El show mediático, el peligro de la naturalización e idealización de las figuras narco a partir del fenómeno de la narcocultura y una fuerte crítica hacia las promesas de terminar con el narcotráfico en Argentina a partir de políticas públicas que ya fracasaron en el mundo son algunos de los ejes más importantes que señala la periodista especializada en la temática.
Por Cristian Manchego Cardenas
Cecilia González es corresponsal de la Agencia Mexicana de Noticias en Argentina desde 2003. A lo largo de su carrera ha publicado diversos libros dedicados al narcotráfico en el país. La autora de “Narcosur”, “Todo lo que necesitas saber sobre narcotráfico” y “Narcofugas” le concedió una entrevista al Observatorio de Comunicación, Política y Seguridad, en la que da herramientas para comprender cómo se han construido los sentidos en circulación sobre la temática, el papel de los medios de comunicación y el rol de la gestión política.
En el prólogo de tu libro “Todo lo que necesitas saber sobre narcotráfico” hacés referencia al tratamiento del tema en los medios. Para quienes no hayan tenido la oportunidad de leerlo, ¿podrías explicarles tu perspectiva? ¿Es una caracterización que dirías es propia de la televisión argentina?
En realidad te diría que a escala global. No es un caso específico de Argentina. Aunque es del que más podemos hablar porque es el que más conocemos. En general, el narcotráfico como tal, como tema noticioso, genera mucho morbo y se presta mucho a la espectacularización. Se presta mucho al show porque abarca desde líderes narcos, que llaman mucho la atención, hasta las historias, las mujeres, las riquezas de cómo viven. O sea, es una tema que per se convoca mucho morbo y es muy difícil aterrizarlo de manera seria porque, como responde a los estereotipos que espera el gran público, cuando intentas hablar seriamente baja el rating o no son notas tan leídas, ¿me explico? Y lo que buscan los medios son clicks en caso de la web, o audiencia en caso de los medios electrónicos.
Ahí salen a la luz muchas variables que juegan en torno a eso, donde incluso el público tiene un papel determinante.
Otro gran problema –y eso sí ocurre mucho en Argentina– es que el público en general busca confirmar sus prejuicios, tanto políticos como sociales. Hablo en general porque siempre va a ver un público crítico que es un público minoritario. Entonces esperan que les ratifiques que los inmigrantes vienen a delinquir y traficar. Uno intenta explicar que no es cierto, que además el narcotráfico es un crimen transnacional y que es obvio que haya personas de otros países que vengan a trabajar en el negocio, pero que no es un número significativo ni es una problemática de urgente solución sino algo obvio y natural, porque así es ese tipo de delito y porque además en el resto del mundo es igual o, incluso, con tasas más preocupantes. Cuando sucede eso, al público no le gusta. Lo que le gusta es cómo retroalimentarse. Entonces en torno al narcotráfico tienes ideas falsas. Tengo ejemplos que siempre manejo o siempre me preguntan.
Se dice que la marihuana es la puerta de entrada a otras drogas. Es mentira. No hay estudios que lo demuestren. Primero, ni siquiera te vuelves adicto. Segundo, no es cierto que si tú fumas marihuana te metes luego a la cocaína. En todo caso depende de la personalidad adictiva o no. O sea esto de que la marihuana es la puerta de entrada es difícil de desmontar. El otro ejemplo es sobre los inmigrantes, incluso no todos los inmigrantes. Se escucha decir que peruanos, bolivianos, colombianos y mexicanos vienen a invadir a Argentina porque aquí es bien fácil operar el narcotráfico. No es particularmente fácil. Se han encontrado células del cartel de Sinaloa por ejemplo en cincuenta y cuatro países. Es difícil de entender que es un fenómeno global. Cuando yo comento estas cosas lo que suelo encontrar en muchos interlocutores es decepción. Algo así como: “¿Entonces Argentina no es el peor país del mundo sobre el tema?”. La verdad que no. Ni siquiera es un país central en el mercado del narcotráfico a escala internacional. Ese es el dato real. Lo que se maneja en los medios de comunicación es que acá está ocurriendo lo peor en materia de narcotráfico y de consumo.
¿Qué opinión te merece que las políticas del gobierno de Mauricio Macri focalicen la lucha contra el narcotráfico a partir de, por ejemplo, la modificación de la Ley de Migraciones?
En el caso específico del tema de la inmigración, que es el tema desde enero en base a la reforma migratoria, se reafirman prejuicios que la gente ya tiene. El año pasado arrancaron: los inmigrantes copan los hospitales públicos, vienen y estudian gratis en la universidad. Y es mentira. Los números no son significativos. Pero eso se adecua mucho a la llamada era de la posverdad que Donald Trump puso de moda. Los hechos alternativos. No importa la verdad, sino la idea que tú quieres construir o lo que cree gran parte de la ciudadanía. Entonces es eso. La xenofobia está latente. Si la refuerzas, las valentonas. Ese es el peligro. Son peligrosos estos discursos porque permites que estos grupos xenófobos se sientan validados por el gobierno o incluso por políticos como Miguel Ángel Pichetto que es uno de los que tiene un discurso xenófobo.
Perteneciendo incluso a un partido que supo construir otro sentido sobre la inmigración.
Sí. Que supo construir un relato. En realidad, ese es el problema, que refuerzan los estereotipos. Porque por más que le expliques a la ciudadanía, no es cierto que los hospitales públicos están copados por extranjeros, no es cierto que la universidad pública gratuita está tomada por el extranjero, no es cierto que vienen en masa a delinquir.El prejuicio continúa.
Con el tema del narcotráfico pasa, ya que el foco de las nacionalidades es muy concreto, está muy identificado. No se habla de los narcotraficantes estadounidenses ni de los europeos. Ni de los inmigrantes europeos. Los que vienen a generar problemas son los inmigrantes latinoamericanos.
A su vez es una identificación que va muy de la mano con la figura del “otro” delincuente, que no solo tiene que ver con la variable nacionalidad, sino también etaria, como el caso de los jóvenes.
En cuanto a la delincuencia, la idea es que los jóvenes drogadictos son delincuentes. El mismo Macri lo reforzó el año pasado cuando presentó su programa “Argentina Sin Narcotráfico”, que es una falacia per se. Dijo durante su discurso que “los jóvenes roban y salen a asesinar”. Esa es otra de las mentiras, que tenemos que tenerle miedo a un jovencito que esta drogado en la calle porque es un presunto delincuente. Eso es mentira, porque el que está drogado no te va atacar. Está drogado. Puede haber casos, obviamente. Pero cuando tú ves los hechos no es algo grave ni recurrente. La droga más presente en crímenes es el alcohol, por ejemplo, y es una droga legal. Es como todo un listado de falsedades. Esos datos los maneja [Eduardo Raúl] Zaffaroni.
Entonces, en general, ¿considerás que la forma de construir el tema como problema social es a partir de los discursos políticos y a partir de los medios de comunicación?
Sí, se retroalimentan. Ahorita yo te enumeré varias ideas falsas. Los jóvenes drogadictos son delincuentes. La marihuana es la puerta de entrada a otras drogas. Otra idea es: “La droga está en las villas”, por eso vamos a entrar a las villas. ¡No! Entren a Nordelta o vayan a Puerto Madero. Siempre se estigmatiza a un determinado sector de la población. Lo que pasa es que este gobierno, el de Mauricio Macri, ha envalentonado a varias personas y medios de comunicación que piensan de esa manera porque ellos también lo creen y lo dicen. Por supuesto que ni Donald Trump ni Macri inventaron la xenofobia y tampoco la cultura de la inseguridad. Ahora, lo que sí hacen es empoderar. Validar este tipo de discursos desde el poder es muy peligroso.
Por ejemplo, en un texto que acabo de escribir ayer explico cómo en la inmigración estos discursos implican un cambio que yo veo como inmigrante. A mí nunca en las redes sociales me habían dicho: “¿Por qué no te vas a tu país?”. Esa es una frase típica, berrinchuda, de cuando no les gusta lo que dices. Ahora me entran a decir: “Ojalá que te deporten”. Ese cambio discursivo tiene que ver con que Donald Trump está manejando el tema de la deportación como un lenguaje cotidiano y con el cambio de la ley migratoria en Argentina. Los que antes te decían: “Ojalá te vayas”, ahora te dicen: “Ojalá te deporten”. Ya es un cambio de violencia mayor, que a mí no me hace nada, pero lo tomo como ejemplo.
Es muy curioso ver cómo, en las declaraciones de los candidatos a presidente en la última campaña electoral, el narcotráfico se vinculó con la inseguridad a partir de la violencia. Se mencionó constantemente que el país es cada vez más inseguro y cada vez más violento por culpa del narcotráfico. Ahí se observa, incluso, cómo diversos elementos se van uniendo para construir la sensación cada vez más preocupante sobre la realidad cotidiana.
Sí. Te construyen un discurso que a mucha gente le cala, pero que no tiene que ver. En cambio, si explicas que la inseguridad o la violencia tiene que ver con un tema global de injusticia social –porque muchos tienen nada y poquitos tienen casi todo– aparece otro discurso, muy instalado en Argentina, que es: “Estás defendiendo a los delincuentes”. Hay que tratar de entender cómo cada fenómeno se entrelaza con otros y cómo no se entrelaza con algunos otros, y a partir de ahí analizarlo. Pero eso es una tarea titánica te diría. Y en la cual participan muchos los medios de manera sumamente irresponsable. Porque los medios lo que valoran es que también generes violencia desde tu papel como comunicador. Si gritas, si interrumpes al otro. Son muy escasos los que logramos exponer tranquilamente.
O sea, si vas a un programa de televisión e intentás explicar el problema del narcotráfico de manera seria y serena, la misma situación no te lleva a hacerlo porque hay periodistas que invitan a la espectacularización.
Sí, que hacen show sobre el tema.
¿Y eso es muy característico de la televisión argentina?
No, te digo que no hay que mirarlo solo desde acá. Argentina no es lo único casi en nada. Es algo global.
En relación a los sentidos comunes que circulan alrededor del narcotráfico, ¿qué rol pensás que tuvieron las series o las novelas colombianas como, por ejemplo, El Patrón del Mal?
La narcocultura que forma parte también del problema del narcotráfico es también muy peligrosa porque naturaliza hechos de violencia, por una parte, e idealiza a los criminales por otra. Y, además, al friccionar tú alejas los hechos reales. No es lo mismo que tú veas cuerpos decapitados en tu colonia [municipio] en México a que veas una telenovela narco donde decapitan a gente. La pantalla te aleja.
¿Y te parece que puede ir neutralizando ese posible hecho?
Sí, claro. Al ficcionalizarlo hay ahí una distancia, donde conviertes en héroes a criminales y son los modelos a seguir. Eso es muy peligroso. Pero lo que pasa es que tiene rating. El narcotráfico se presta mucho para el morbo.
Y en esta misma línea, ¿considerás que esto ha jugado un papel importante en la construcción de la imagen de países-narcos, como en el caso de México o Colombia?
Ahí hay también hechos concretos. Colombia y México son los países mayormente productores de drogas ilegales. Y ahí también me parece importante hacer la distinción, porque las drogas legales son las que más personas matan al año, pero son legales. Son los dos países de América Latina que más producen drogas ilegales y que han sido los más afectados por la violencia derivada de la lucha contra el narcotráfico. Porque es una lucha contra el narcotráfico que comenzó en los años setenta, en la cual Estados Unidos impuso un lenguaje que todavía perdura. Yo el año pasado, cuando lo entrevisté a Mauricio Macri, le pregunté por qué sigue hablando de guerra contra el narcotráfico cuando ya pasaron cuatro décadas del fracaso de esa guerra. Entonces el hecho concreto es que sí, por supuesto, son países donde el narcotráfico tuvo el mayor crecimiento y una mayor expansión. Lo que no está bueno es que se estigmatice, que se hable de la mexicanización ahora, como cuando antes se habló de la colombianización. Porque además no tiene nada que ver. Ni México se va a argentinizar, ni Argentina se va a mexicanizar. Es imposible.
¿Por qué considerás que a la hora de combatir el narcotráfico se focalizan en determinados sujetos, como los consumidores, y no en otros, que incluso pueden llegar a tener mayor relevancia en la problemática?
Eso pasa en todo el mundo. Es otro de los pasajes de la guerra contra el narcotráfico. Se quedaron en los narcos y los consumidores y nunca vemos a nadie detenido por lavado de dinero. Y la plata no se la quedan los grandes cárteles. En el medio y hasta en la cúspide hay lavadores de plata que son los de guantes blancos. Y contra ellos no tenemos un gran caso. Es vergonzoso. Además es cierto que es difícil de acceder, sin embargo, hay algunos. Yo cuento en Todo lo que necesitas saber del narcotráfico de bancos en Estados Unidos que lavaban plata de cárteles mexicanos. Y acá el cártel de Juárez lavó veinticinco millones de dólares en los años noventa. Y casi veinte años después, el año pasado, hay una condena para cinco o seis presta nombres que eran de los escalafones más bajos. O sea, nunca se llegó a los escalafones más altos en ese caso.
Terminan siendo juzgadas personas involucradas en las escalas más bajas del negocio y no termina pasando nada con los actores más relevantes.
Sí. Por eso te digo que el gran problema es el sistema a escala global en todos los aspectos. Ese es el grave problema.
Y, ¿es muy difícil cambiar esto desde los medios? ¿Cuál es tu percepción como periodista?
Por supuesto que es muy difícil pero no imposible. Por ejemplo, el año pasado en Argentina pasó algo súper importante que hay que rescatar porque los cambios en políticas sobre drogas en todo el mundo, salvo en Uruguay, han venido de abajo para arriba. Uruguay es un caso diferente y único en el mundo. Porque dijeron: “vamos a legalizar” y se tocó el tema desde el gobierno para el resto de la sociedad. En el resto de los países, los cambios en las políticas de drogas en el mundo fueron a partir de luchas sociales. El año pasado, las mamás canábicas lograron que en la Cámara de Diputados diera media sanción al proyecto de despenalización de marihuana para consumo medicinal.[1] O sea, en ese momento no estaba en agenda. A nadie le importaba el tema. Era una lucha solamente de esas señoras. Es difícil pero hay que hacerlo. Y en esto también hay colegas que saben tratar de manera seria estos temas. Particularmente con el narcotráfico, había un colega de Clarín, Fernando Soriano, que fue quien desde ese medio trabajó mucho y muy bien cubriendo todo lo que era la lucha de las mamás canábicas. Fue una gran labor. Ningún medio lo va a tomar como nota editorial, pero nos vamos colando. Yo también desde donde publico trato de tener esa otra mirada.
¿Cómo consideras que es la devolución del público a la hora de abordar de forma más compleja el tema?
No se puede hablar de un solo público. Hay varios tipos de públicos. Vuelvo al caso de las mamás canábicas porque está en relación con lo que preguntas. La mirada que hubo frente a la cuestión antes de las mamás y después es abismal. Por eso yo te digo que les haría un monumento a esas señoras, porque a veces se suele también subestimar a los públicos. Por supuesto que va haber un segmento de la población donde la xenofobia y los estereotipos están plagados. Pero hay otro segmento que por ahí, si le explicas de manera serena, de manera seria, cambian los puntos de vista. A mí me ha tocado. El año pasado en la Facultad de Derecho participé en una charla –es algo chiquito pero ayuda– y un chico me empieza a preguntar sobre el narcotráfico y como tres veces dijo: “El flagelo del narcotráfico”. Lo interrumpí y le dije: “Lo que pasa es que cuando tú hablas del flagelo del narcotráfico estás comprando un discurso armado”. El narcotráfico no es un flagelo. Es una problemática social y punto. Pero cuando dices flagelo ya sé cuál es el discurso que traes. Entonces pensemos un poco mejor. Esta corrección que le hice al chico funciona de la misma forma a lo que te dije de “por qué no te vas a tu país” que pasó a ser “ojalá que te deporten”.
¿Eso sucede cuando querés indagar y preguntar sobre un tema desde el lugar de un discurso instalado?
Exacto. Por eso es importante ser claro, ser más sereno. No prestarse a los juegos mediáticos de insultar. Es dar otra batalla.
Volviendo al tratamiento del tema en el campo político, ¿considerás que hay una ruptura entre la construcción del problema narcotráfico desde el discurso y las políticas o proyectos de ley que se puedan estar promoviendo?
No. Lo que está haciendo el gobierno tanto en lo discursivo como con la Ley es repetir todos los procesos que ya fracasaron en el resto de los países. Están reforzando todo lo que ya falló. Pero hay que decir también que es lo que compra gran parte del público.
¿Considerás que existe una intencionalidad extra a la hora de exacerbar el problema del narcotráfico teniendo en cuenta el actual contexto socioeconómico?
No creo que sean tan maquiavélicos. Es muchas veces lo que creen ellos. Mauricio Macri, desde mi punto de vista, es más pragmático. No tiene convicciones. Si en las encuestas sale que la mayoría de las personas está a favor de la legalización de la marihuana con fines recreativos o medicinales, él no tendría ningún problema. Con el aborto no. Pero con el tema de las drogas es más pragmático. Y él no quiere entrar con eso porque no lo ve. Porque efectivamente no hay un fervor o una batalla social. Por eso el año pasado fue muy importante lo de las mamás canábicas, porque sabían que si la peleaban podían convencer incluso a diputados que no estaban de acuerdo. El gran problema del gobierno macrista es que ofreció desde la campaña terminar contra el narcotráfico y eso no va ocurrir. Y además lo repitió en su programa “Argentina Sin Narcotráfico”, que es una enumeración de buenas intenciones falsas.
¿Por qué creés que se construye esa falsa idea de terminar contra el narcotráfico si en realidad no es así?
Porque le acarrea votos y simpatía. Porque es lo que en las encuestas sale. El discurso instalado, no en este gobierno, sino hace más de cuarenta años, dice eso.
¿Sería un ejemplo de cómo las políticas públicas en relación a una problemática se construyen en base a la opinión pública?
Sí. Es un claro ejemplo de cómo se maneja el tema no a partir de convicciones o proyectos políticos sino acomodándose a los vaivenes de la sociedad. Y dentro de la opinión pública también tenemos muchas veces modificaciones. Vuelvo al caso de las mamás canábicas porque tiene que ver con la pregunta. Una de la mamás estuvo en el programa de Mirtha Legrand, junto con Massa y Eduardo Feinmann. La señora los barrió, con serenidad, con argumento. Y en un momento Mirtha Legrand dice: “Yo también cultivaría marihuana para mis hijos”. Que esa señora que representa lo peor del conservadurismo de este país diga eso en su programa en una mesa con esos dos [Massa y Eduardo Feinmann]es un hito cultural. Es maravilloso. Por eso hay que rescatar mucho el trabajo de hormiga de todas estas señoras. Se puede. La opinión pública, que nunca es una, son grupos mayoritarios o minoritarios, depende. Por supuesto que se puede modificar.
[1] En marzo de 2017, el Senado de la Nación aprobó la ley de cannabis medicinal.